Yamilé Guibert y Paolo Sosa Villagarcia
Sobre la designación de Susana Baca en el Ministerio de Cultura y los posibles retos que deberá de enfrentar su gestión, centrándonos en la región del Cusco.
Hace unos meses al alcalde de Cusco se le ocurrió dejar la estatua de un Inca en la cima de la pileta de la Plaza de Armas. Esta estatua “reemplazaba” a la imagen del azteca Moctezuma, conocida como “El Apache”, fue colocada por error y posteriormente arrancada de su lugar por un grupo de borrachos en la década de los setenta. Por otro lado, hace unos días se hizo conocido que el cupo ingreso de visitantes a Machu Picchu fue reducido a 2500, dejando a centenares de turistas varados, los que
incluso organizaron protestas y tomaron un puente, y generando el rechazo de parte de la población. Finalmente, el “Boleto Turístico” que en la práctica es una entrada para diversas zonas arqueológicas, es administrado por el COSITUC, organismo híbrido con capitales privados y participación la Municipalidad Provincial, el Dircetur y la Dirección Regional de Cultura; este último, tras diversos problemas, fue inculpado de intentar eliminar dicho organismo para que los recursos sean administrados desde el gobierno central.
¿Qué tienen en común estos tres casos? Básicamente que, aparte de generar fuertes conflictos simbólicos o de intereses, para una gran parte de la población el “enemigo” es el Ministerio de Cultura (MC) y su representante en Cusco, la Dirección Regional de Cultura (DRC).
El ministro Juan Ossio, mientras
se hizo de la vista gorda con el popularmente apodado “Cristo de Lorrobado” no dudó en ponerse en contra del Inca de la Plaza de Armas. Es cierto que ambos monumentos constituyen problemas simbólicos y que por una cuestión de intangibilidad de ambos casos resultan problemáticos, pero también es cierto que estas imágenes representan sentimientos identitarios por lo que son defendidas por la mayoría de la población a pesar de la oposición de ciertos grupos. Más allá de lo estético en el caso del Inca, el Ministro Ossio y la DRC se convirtieron en los enemigos públicos en Cusco.
Lo mismo sucede con el Cosituc y Machu Picchu: los responsables directos terminan siendo, para la población, el MC y la DRC. Los medios y las autoridades locales identifican a estos organismos como los responsables del problema, volcando su atención y sus más ácidos comentarios principalmente en la DRC, culpándola de “entreguista”. El director de esta institución afirmó que lo que sucede es que los medios y la colectividad esperan una administración personalista que se enfrente al MC desde su despacho, mientras que lo único que hace es cumplir con la normativa como debe ser. Algo de cierto hay en su afirmación: en el fondo el discurso parece formarse en una división Cusco/centralismo, discurso presente incluso desde su nombramiento cuando empezaron a catalogarlo de “limeño” y de protector de los intereses limeños que lucran con los recursos mayoritariamente provenientes de la región.
Estos mismos periodistas, e incluso el alcalde provincial en una entrevista, manifiestan que las negociaciones ya no deben hacerse con el actual ministro, sino con la nueva gestión ya que se viene el cambio de gobierno. Ahora bien, la notica es que Susana Baca, conocida y talentosísima cantante, ha sido nombrada como la nueva cabeza de dicho despacho. Se ha ido diciendo que la artista podría seguir el exitoso camino de Rubén Blades y Gilberto Gil como artistas/ministros, pero las cosas son más difíciles en el caso peruano. Como hemos visto, Juan Ossio no deja un buen precedente ni mucho menos parece haber tenido una buena gestión, e incluso ha activado algún tipo de conflictividad en esta región. Recordemos que el Ministerio de Cultura tuvo que enfrentar problemas desde el momento de su creación, ya que hizo falta una política clara en el sector; además de heredar los problemas del INC. Como menciona Hans Rothgiesser, el problema del MC se encontraría en la falta de un diseño previo que determine de dónde es que se gastaría para mantener el ministerio, pues la creación del mismo significaba que, además de mantener los gastos de las instituciones “absorbidas”, tendría que contar con una burocracia propia.
Por otro lado, y en relación al problema del diseño previo, la creación del Ministerio llegó de la mano con la ley del mecenazgo y, al incluir al INDEPA, le dio la facultad de velar por el cumplimiento del Convenio 169 de l OIT, y con esto, la Ley de Consulta Previa. Entonces, teníamos y tenemos todavía, un ministerio más bien “des-diseñado”, que representará una gran piedra en el zapato del próximo gobierno si es que las cosas no empiezan a hacerse de manera distinta. Le tenemos fe a Susana Baca, pero la inexperiencia de la siguiente ministra nos hace dudar por momentos de su habilidad para enfrentar los retos de un Ministerio catalogado como
“superministerio” por la cantidad de responsabilidades en su haber.
El reto está también en acabar con la miopía capitalina y entender que en regiones como Cusco, donde el organismo tiene un peso gigante en las cuestiones económicas, políticas y sociales, la “protección del patrimonio” es un tema tan fuerte como “la protección del modelo económico” en Lima y que es capaz de activar “identidades” o intereses económicos que se movilizan en contra del gobierno, cosa que ya ha sufrido Alan García en 2007 con la “Ley de Patrimonio Cultural”. El Ministerio de Cultura no es una cartera “menor” en Cusco, y es probable que los pobladores estarían dispuestos a crucificar incluso a Gilberto Gil si administrara este sector “desde Lima y para Lima”. Ahora, la pregunta central es ¿y qué significa administrar este sector “desde Cusco”?
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