Paolo Sosa Villagarcia
Publicado en Noticias SER el 08/06/2016
1. Las reglas electorales no importan
Importan, e importan demasiado para que las dejemos a la suerte de reformas parciales y sin fundamento en la realidad política del país. Las reglas electorales ciertamente no van a fortalecer los partidos ni van a forzar dinámicas ideales (reducción de la cantidad de partidos, creación de militancia, democratización de los partidos, etc.) pero, en tanto existen, tienen un efecto importante en el desarrollo de las elecciones y en sus resultados.
La exclusión de dos candidatos por la aplicación severa de la ley con la intención de “fortalecer” las instituciones ha tenido un efecto nefasto en el desarrollo de la competencia y debe ser materia de una seria discusión. Asimismo, el método de repartición de escaños establecido en la Ley ha generado que la mayoría de la fuerza política que hoy es oposición esté sobredimensionada.
2. En el Perú ya no hay espacio para outsiders
Estas elecciones aparecían como un trámite aburrido entre viejos conocidos y, aunque terminó siendo así en la segunda vuelta, el fenómeno Julio Guzmán despertó la atención de un electorado que, según comentan los enterados, busca candidatos que representen novedad. A pesar de sus contradicciones, su crecimiento solamente fue interrumpido por su exclusión tras la decisión del Jurado Nacional de Elecciones. Al parecer, ser outsider tiene desventajas importantes, especialmente hoy que tenemos un sistema electoral tan enredado. La ausencia de cuadros políticos que pudieran prever y surcar los vericuetos de la legislación, así como de un contingente de militantes y simpatizantes que se movilizaran para evitar su injusto destino fueron condiciones que facilitaron su salida de competencia.
3. Alan García es la locomotora del Apra
Ante los magros resultados del 2011, la excusa que ensayaban algunos apristas era la ausencia de un candidato presidencial y, más precisamente, la necesidad de Alan García como “locomotora”. Quizás sea cierto, pero ya no en el camino al éxito -como antes se pensaba- sino al descarrilamiento. Aun cuando lograron tener presencia en el parlamento, el liderazgo de García solo incrementó ligeramente el número de escaños ganados a comparación de cuando se presentaron sin candidato en las elecciones pasadas. Es claro que, esta vez, el Apra no ha logrado su permanencia gracias a García, sino a pesar de él.
4. Sin candidato presidencial no se sobrevive
La exclusión de Acuña no significó el desbarranque absoluto de Alianza para el Progreso. “Al final de la batalla y muerto el combatiente”, APP obtuvo casi una decena de escaños en el Congreso. Una cantidad nada despreciable si la comparamos a los cinco congresistas que obtuvo el Apra, por ejemplo.
Más allá de la imagen que se le ha construido al ex candidato Acuña, queda claro que el empresario conoce muy bien el negocio de la política peruana, especialmente en el espacio subnacional. Sin sus atinadas alianzas, más allá de todo juicio de valor sobre ellas, este resultado hubiera sido imposible fuera del norte.
5. El sur vota rebelde y a la izquierda
El sur vota. Hay algunas claves que nos ayudan a comprender por qué hay un comportamiento político relativamente homogéneo, pero si uno mira la dinámica electoral se dará cuenta que la votación en el sur está constantemente en busca de representación y puede adherirse a fórmulas programáticamente diferentes como César Acuña, Julio Guzmán, Verónika Mendoza, Keiko Fujimori y PPK. Estas decisiones se configuran en función de diferentes incentivos, discursos y estrategias; no no bajo una “llave mágica” que responde de manera determinista las preferencias de estos electores. ¿Hay cierta afinidad por la izquierda? Sí, pero también con cualquier otra fuerza que logre representar los intereses materiales y simbólicos de los votantes, independientemente de sus credenciales ideológicas.
(¡Qué bueno es saber que ahora la gente también se pregunta cómo vota el norte, y el oriente… y Lima!)
6. La izquierda no tiene compromiso democrático
Aunque aún titubeen al momento de dar una respuesta sobre la situación política venezolana, la izquierda política bajo el liderazgo de Verónika Mendoza le ha dado una lección importante a los sectores de derecha. Este sector ha demostrado que puede arriesgarse a apoyar a una candidatura que representa todo lo opuesto a su razón de ser si es que esto significa “cerrarle el paso” al fujimorismo. A diferencia, claro, de muchos PPKausas que hoy han jugado un “partido decisivo por la democracia”, pero que en las elecciones pasadas no tuvieron reparos (y probablemente no los tendrán en el futuro) en arrimarse al fujimorismo frente a una opción programática de izquierda.
La izquierda ha dado una lección histórica que, esperemos, sea consecuente cuando la amenaza autoritaria también venga de algún candidato afín a la izquierda.
7. El fujimorismo ha sido derrotado
Así como en las elecciones del 2011, ganarle al fujimorismo en segunda vuelta y por un mínimo porcentaje no significa que haya sido derrotado. Antes de continuar con las celebraciones, es importante aprender del error del pasado y no subestimar la fuerza política del fujimorismo y su arraigo social. Denunciar que Fuerza Popular es una panda de ladrones o una agrupación delincuencial sirve para el alegato en la campaña, pero no debe llevarnos a ignorar al fenómeno político y social que tenemos al frente. Finalmente, sus propuestas representan electoralmente a la mitad del país.