Paolo Sosa Villagarcia
Publicado en EsAhora el 02/05/2016
¿Qué es el fujimorismo hoy?
Tenemos que partir por señalar que el fujimorismo, hoy, es la fuerza política más importante del país. No se trata de un deseo o una buena nueva, es simplemente una realidad que no debe ser negada. Además de ser una fuerza importante, tiene una organización política considerable y un liderazgo bastante importante en Keiko Fujimori, situaciones que se reflejan en su dinámica electoral y parlamentaria. Sin embargo, mirar al fujimorismo es como mirar un cuadro de técnica puntillista: cuanto más se acerca uno más se desfiguran las formas, los límites, las estructuras y, hasta cierto punto, las jerarquías.
Algunos análisis proponen que existe una “refundación en la ideología fujimorista”. No estoy de acuerdo. Primero porque nunca ha existido una “ideología fujimorista” más allá de un conjunto de “ideas fuerza” que han delineado la marca partidaria de mano dura o la estabilidad económica. La actual estrategia de moderación de Keiko Fujimori es, entonces, una apuesta fundamentalmente personal; una mezcla de convicción de cambio para consolidar su liderazgo interno y de posicionamiento con miras al electorado nacional más allá de los leales fujimoristas.
De la mano de su lideresa, el fujimorismo transita hoy –dubitativo- por la senda de la política partidaria que su patriarca prometió destruir en 1990. Esto no significa que estamos frente a un partido político consolidado, se trata de un oasis dentro de un mar de desorganización, un rey tuerto en una comarca de ciegos. El fujimorismo tiene una lideresa que carga, parafraseando sus propias palabras, con dos mochilas pesadas: el gobierno de su padre y el trabajo “solitario” de construir un partido.
Mientras la lideresa ha anunciado a los cuatros vientos la voluntad institucionalista del fujimorismo, en las bases todavía hay una resistencia importante a reconocerse como un partido político. Los locales partidarios de Fuerza Popular son muy activos, incluso mucho tiempo antes de la campaña, pero más allá de las “tareas partidarias”, son centros que funcionan principalmente como espacios de encuentro y socialización entre simpatizantes y curiosos; algo que, por otro lado, no debería subestimarse.
¿Cómo se explica su vigencia?
Las encuestas muestran que una parte importante de su vigencia es el voto “memorioso” frente al gobierno de Alberto Fujimori; un detalle que reclaman los propios fujimoristas ante su lideresa. Habría que empezar a reconocer que, a pesar de todo, Alberto Fujimori terminó su mandato como un presidente muy popular y, lamentablemente, los avances de los gobiernos democráticos no lograron consolidar una alternativa frente al espejismo de eficiencia noventera. Los análisis más cuantitativos apuntan que el fujimorismo aparece bien posicionado en sectores de desarrollo medio y bajo en zonas rurales. Esta situación es particularmente interesante en el caso de Lima donde además ha logrado llenar el espacio vacío que dejó Ollanta Humala, como ha señalado Carlos Pérez (UARM).
Otro de los factores importantes es la organización antes mencionada. El trabajo de Keiko Fujimori en los diferentes departamentos ha servido para afianzar a los colectivos locales pero, sobre todo, para tender puentes con aliados independientes e invitar a buenos candidatos locales con miras a las elecciones. Las elecciones subnacionales de 2014 fueron un laboratorio para experimentar con “viejos y nuevos”, logrando posicionar un millar de candidaturas a nivel nacional. Sin embargo, esta estrategia tiene costos importantes en las elecciones congresales pues trajo consigo conflictos y rompimientos importantes en algunas regiones como Arequipa o Cusco, y una composición bastante heterogénea en su bancada que podría desencadenar complicaciones en un eventual gobierno fujimorista.