La Convención más cerca de ti

Paolo Sosa Villagarcia

Publicado en Noticias SER el 02/05/2012

Han pasado casi 32 años desde que Sendero Luminoso inició sus acciones terroristas con la quema de ánforas en Chuschi, 29 años de la masacre de Lucanamarca, 20 años del asesinato de Maria Elena Moyano, el atentado de Tarata y la captura de Abimael Guzmán. Aún así, a principios de abril, el secuestro de los rehenes en Kepashiato en Echarate (La Convención, Cusco) por parte de la facción de Sendero Luminoso que opera en el VRAE ha tomado por sorpresa a muchos. Sin embargo, esta crisis ha levantado mucho polvo que una vez que todo se calme y el futbol peruano vuelva a ser noticia, regresará al piso que nadie limpiará hasta que un nuevo movimiento brusco lo levante.

Tres décadas desde que se inició el conflicto armado interno que trajo la mayor cantidad de muertes y daños de infraestructura en toda nuestra historia republicana (mucho más que la Guerra del Pacífico). ¿Cuánto han cambiado las cosas desde entonces? Mucho evidentemente. La derrota de Sendero Luminoso tras la desarticulación de su cúpula es un punto claro. En términos simples, los remanentes armados de Sendero Luminoso se han replegado a zonas de producción cocalera donde el narcotráfico les provee sustento; mientras que el lado “político” representado por el Movadef intentó sin éxito ser parte del sistema que una vez procuró destruir.

Sin embargo hay cosas que han cambiado poco. Durante el conflicto armado interno a la Capital de la República le tomó casi diez años reaccionar y darle la importancia que merecía. Fue necesario que sintieran que la violencia tocaba su puerta. Hoy en día el internet acelera las cosas, la noticia del secuestro estuvo en la red a pocas horas de realizado y el tema fue central en todos los medios ese mismo día. Sin embargo, disculpen la incorrección política y la “llaneza”, no puedo dejar de preguntarme ¿Cuántas personas compartían por las redes sociales el video de Kony 2012 sin saber que Sendero Luminoso seguía secuestrando niños? Lamentablemente si no es por secuestros o emboscadas no sabríamos que eso está sucediendo al interior del país,  tres décadas después de Chuschi.

Las reflexiones del Informe Final de la CVR que determinaban las causas del conflicto armado -consideradas un “exceso” ideológico por parte de la clase política- parecen ser tan efectivas para promover políticas de Estado como son las miles de dosis de memoria sobre la población.  Basta con revisar el Indice de Desarrollo Humano y la densidad estatal en zonas como La Convención. Por un lado, como ha mencionado el escritor y antropólogo cusqueño Pavel Ugarte (1), no solo se trata de un Estado ausente que descuida los servicios básicos -a pesar que en el informe de 2009 La Convención tiene un promedio aceptable- sino también de un Estado sin un norte claro con respecto al narcotráfico y con muchas deficiencias en la lucha antisubversiva; así como la existencia de funcionarios corruptos que poco hacen por solucionar el problema.  Y por otro lado, no es posible que luego de todo lo sufrido las acciones de las fuerzas del orden para enfrentar a Sendero sigan produciendo desplazados, sin que se tomen cartas sobre el asunto.

Cuando se inició el conflicto armado,  La Convención y Lares ya habían atravesado por una importante politización agraria que significó, con bemoles, la satisfacción de una demanda muy importante sobre la posesión de tierras pero también la existencia de redes organizacionales que, a pesar del gobierno de Juan Velasco, siguieron relativamente activas. Este proceso, como apuntaba Carlos Iván Degregori, puede asumirse como un freno al accionar del Sendero Luminoso de Abimael Guzmán. Sin embargo, ahora que no queda casi nada de aquellas redes, que la producción de coca supera ampliamente a las ganancias que pueda ofrecer la de café, cacao o cualquier otra fruta, y que la geografía de la ceja de selva es bastante complicada; la presencia de este remanente de Sendero Luminoso no puede ser descuidada.

Como he mencionado, es bastante fácil que un tema se torne dramático y ocupe la agenda nacional por unos días, pero ante la desconexión que tenemos -todos y cada uno- con diversos temas de nuestra realidad nacional es bastante complicado que se avance hacia discusiones de fondo. El rol cae una vez más sobre las autoridades y su capacidad de presión sobre el Estado. Pero no solo del Presidente de la República, sino sobre todo en la capacidad del Presidente Regional del Cusco y de los alcaldes provinciales para mantener este tema en agenda.

No es un problema menor: Camisea es fuente primordial del presupuesto de la Región, así como la presencia de este grupo en Vilcabamba cerca a Choquequiraw y Machu Picchu, es un problema que empezará a pasar factura con el tiempo en desmedro del turismo que -para bien o para mal- es fundamental para la economía cusqueña. Instituciones como la Defensoría del Pueblo ya tenían en cuenta que este era un problema latente, pero todo lo vemos muy lejano.  Sin embargo, como menciona Ugarte, este problema está más cerca de lo que parece de la propia capital del departamento. Esperemos que no tengan que haber más víctimas para que asumamos la responsabilidad que nos toca, como ciudadanos y como autoridades.

Nota

(1)    Ugarte, Pavel. Kepashiato ¿Ausencia del Estado o convivencia con el narcotráfico? Diario del Cusco, 23 de abril de 2012

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