El Perú invertebrado

Paolo Sosa Villagarcia

Publicado en Noticias SER el el 12/12/2012

Ya se acaba el 2012. No sé si es la famosa depresión navideña, pero muchas cosas rondan por mi cabeza en estos días. El 2011 nuestra histeria política esperaba que para estas fechas nos hubieran estatizado hasta los calzoncillos, pero aquí seguimos, “avanzando” con el crecimiento económico, la compra de celulares, el consumo de cervezas y nuestras tarjetas de crédito. Todo parece felicidad, pero el 2012 ha encontrado al Perú en su más triste miseria política. Se cumplían veinte años de que nuestro último autócrata disuelva el Congreso, y discutimos si procede o no su indulto. El 2012 se cumplían veinte años de la captura de uno de los criminales más sanguinarios que ha existido en nuestra historia republicana, y nos sorprendió la irrupción del MOVADEF. El 2012 bordeamos nuestro promedio democrático histórico (la clásica: la democracia peruana no ha soportado más de doce años antes de que un nuevo golpe de estado la interrumpa), y la “alternancia sin alternativa” (1) parece mermar cada vez más nuestras ya famélicas instituciones.

Pero también este año “va o no va” se convirtió en un referente casi cultural de nuestra política. El “va” subestimó el poder de la protesta social y sobrestimó al Estado; y el “no va”, paradójicamente, volvía a sobredimensionar la movilización social, vio una vez más el “punto de inflexión” del “sistema”. ¿De qué sistema hablamos? ¿Es, como dice Ubilluz, que desde el fujimorismo el Estado peruano ha mostrado abiertamente que está al servicio del capital extranjero? ¿La sociedad peruana puede realmente “despertar” de un “sueño democrático”? (2). Las cosas no son tan claras como plantean las dicotomías. Las reducciones fáciles ofrecen siempre diagnósticos fáciles, y difícilmente establecen puertos concretos.

Debo reconocer que este ha sido uno de los artículos que más me ha llamado la atención durante este año, pero, con todo respeto, porque considero que la idea de Ubilluz es demasiado simplificadora de esta realidad: La sociedad inocente y dormida debe seguir al movimentismo (en este caso antiminero) y responder al Estado que es funcional a intereses capitalistas; en el Perú no hay democracia, el pueblo no manda. ¿A qué sociedad le habla Ubilluz? La sociedad peruana no duerme ningún sueño, vive la pesadilla, de alguna manera la asume y le saca ventaja porque le es funcional, o al menos a eso se ha resumido. En ese “pueblo” que esconde un sinnúmero de intereses tan disimiles como organizaciones, frentes de defensa y demás empaques organizacionales vacíos que puedan existir; ya ni hablemos de los partidos políticos. ¿A las clases medias progresistas?

La sociedad peruana no es tan estática como pareciese, y la política tampoco es la gran continuidad que nos plantean los discursos. Como en todo, hay matices. A lo largo de los últimos cincuenta años, la sociedad peruana se ha transformado de una manera extraordinaria. Si usáramos una máquina del tiempo para ir a finales de los años cincuenta encontraríamos otro país. Las tomas de tierra, las migraciones, la Reforma Agraria, la informalidad, el conflicto armado interno, la caída del sistema de partidos, los ajustes estructurales, todos estos procesos, independientemente de la naturaleza del régimen político, han ido transformando las estructuras económicas, sociales y políticas del país. Sin embargo la transformación no es sinónimo de desarrollo. Existen aún grandes componentes culturales anclados en nuestros imaginarios, nuestros sentidos “comunes” que parecen ser inalienables.

¿Ha visto la escena de la película Bajo La Piel de Lombardi en la que el alcalde del pueblo “cuadra” al capitán de policía porque ha encerrado a su hijo violador en una carceleta? En unos cuantos minutos podemos pintar en una postal la realidad política y social de este país. El 2012 nos ha mostrado cuán estamental, discriminadora y excluyente es nuestra sociedad. Desde la discriminación pura a la que le “llega al pincho tu vida”, hasta el tristemente célebre exministro José Villena. Las transformaciones pueden ser solamente la continuidad de desbordes de todo tipo. Parafraseando a Hugo Neira, ¿dónde están las clases populares que según Matos Mar nos llevarían al socialismo? ¿Dónde está el nuevo sujeto liberal que veía Hernando de Soto? ¿La “plebe” de Carlos Franco arrinconó a la sociedad tradicional? No, estas transformaciones fueron frutos de crisis, sin crisis no hay reforma; pero muchas veces sin institucionalidad estas reformas no llegan a buen puerto, en los años noventa se alinearon pragmáticamente con el Chino.

Por otro lado, ¿De qué intereses capitalistas hablamos? Quienes defienden este modelo económico no son solo los empresarios. Como dice Alberto Vergara, si comparamos a las ciudades intermedias del Perú con lo que eran hace veinte años, “¿quién podría llegar al poder y querer alterar sustantivamente un ciclo económico tan auspicioso?”. Pero también hemos visto a nuestras clases medias vivir el sueño del crecimiento económico, las nuevas élites económicas son nuevos ricos con actitud de viejo oligarca. Ahora, ¿de qué Estado hablamos? Estoy de acuerdo con que la capacidad coercitiva (ojo) del Estado se ha ido desarrollando más de lo que pensamos, sin embargo suscribo la opinión de Neira, “el Perú es hoy el país de los desbordes y no de la crisis del Estado, sino de la crisis sin Estado”.

Existe una crítica fuerte hacia los politólogos por tener aproximaciones muy “institucionalistas”, pero hay que considerar que en las ciencias sociales en general los debates más importantes de los últimos años han girado por esos temas, desde el régimen político hasta la participación ciudadana.  Recordemos que se han desarrollado distintas reformas institucionales, pero han degenerado por no considerar las características más estructurales. El proceso de regionalización ha abierto la competencia subnacional, pero le ha favorecido la fragmentación política que impide la formación de partidos o movimientos sociales. Algunas reformas participativas han abierto espacios de participación ciudadana pero sin ciudadanos, generando espacios formales para el clientelismo. Como diría Hugo Neira, el Perú se ha vuelto un país invertebrado.

Notas:

(1)    http://www.revistargumentos.org.pe/alternancia_sin_alternativa.html
http://derechoshumanos.pe/2012/07/%C2%A1despierte-de-su-sueno-democratico/

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